El Pan Eucarístico
Queridos hermanos:
Siempre que puedo tengo la costumbre
de visitar a los hermanos católicos en sus casas.
Y un día, por equivocación, entré en
una casa donde estaba reunido un grupito de hermanos evangélicos.
Se asombraron muchísimo cuando de
repente vieron en medio de ellos al cura de la Iglesia Católica.
Les expliqué que estaba invitando a
los católicos para leer juntos la Palabra de Dios y luego participar en «la
Fracción del Pan» o Santa Misa.
Inmediatamente un hermano evangélico
me replicó: «¡La Palabra de Dios es el único Pan de vida!» (para hacerme
entender que ellos no necesitan el Pan sagrado de la Misa).
Felicito sinceramente a nuestros
hermanos evangélicos por el gran amor que tienen a la Palabra de Dios como Pan
de vida.
Pero me sorprende que ellos con tanta
facilidad rechacen el Pan Eucarístico o Santa Misa.
Este hecho me hizo pensar mucho, y
luego tomé la decisión de escribir esta carta a mis hermanos católicos para
explicarles que no estamos equivocados con la celebración de la Eucaristía o
Santa Misa, y para recordar que la Misa no es un invento de los curas, sino
que, según la Biblia, es un mandato sagrado de Cristo mismo.
El Pan de la Palabra y el Pan
Eucarístico.
En el Evangelio de San Juan, Jesús
hace una reflexión muy profunda acerca de este tema.
Jesús proclama que «El es el
verdadero Pan que ha bajado del cielo» (Jn. 6, 33-35), y el Señor nos da dos
razones para explicarnos por qué El es el Pan de vida:
- Primero: Jesús es «el Pan de vida»,
por su Palabra que abre la vida eterna a los que creen (Jn. 6, 26-51).
Es decir, Jesús es «el Pan de la
Palabra» que hay que creer.
- Segundo: Jesús es «Pan de Vida» por
su carne y su sangre que se nos dan como verdadera comida y bebida (Jn. 6,
51-58).
Con estas últimas palabras, Jesús
anuncia la Eucaristía que El va a instituir durante la Ultima Cena: «Tomad y
comed, esto es mi Cuerpo» (Lc. 22,19).
«Mi carne es verdadera comida y mi
sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre
permanece en mí, y yo en él» (Jn. 6, 55-56).
Está claro entonces que no debemos
quedarnos solamente con «el Pan de la Palabra».
Jesús nos invita también a «comer
realmente su Cuerpo» como «el Pan Eucarístico».
Ahora bien, nuestros hermanos
evangélicos piensan que el Pan Eucarístico es solamente un símbolo de
Jesucristo y niegan la presencia real de Cristo en la Cena del Señor.
La frase: «Esto es mi cuerpo», para
ellos es sólo una expresión figurada.
Es más, las Biblias de los Testigos
de Jehová dicen que Jesús en la Ultima Cena no dijo: «Esto es mi cuerpo», sino:
«Esto significa mi cuerpo» (Lc. 22,19), y con esto acaban con la presencia real
de Cristo en el Pan Sagrado o en la Santa Hostia.
(Cualquiera que sepa traducir bien el
idioma griego en que fue escrito el Evangelio de Lucas, sabe muy bien que la
palabra usada por la Biblia en griego es «estin» que significa en castellano
«es», y que esta palabra en ningún caso se puede traducir por «significa», como
hacen los Testigos de Jehová.
El fundador de los Testigos de
Jehová, sin haber hecho estudios de la Biblia con maestros entendidos, se
dedicó a traducir la Biblia a su antojo y por eso le hace decir cosas
absolutamente inexactas.
Jesús nos invita a comer su Cuerpo y
a beber su Sangre
1. El discurso de Jesús sobre «su
Cuerpo, Pan de vida» (Jn. 6,51-58) lo pronunció después de la multiplicación de
los panes y, en esta oportunidad, por primera vez, el Señor habló acerca de la
Eucaristía: «El pan que Yo daré es mi Carne, y la daré para vida del mundo» (Jn.
6, 51).
Cuando Jesús dijo estas palabras,
muchos de sus discípulos lo abandonaron, diciendo que ese modo de hablar era
intolerable (Jn. 6, 59-66).
Pero Jesús no dijo que estaba
hablando en sentido figurado. Jesús insistió: «En verdad les digo: si no comen
la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tienen verdadera vida».
(Jn. 6,53).
Es más, a los Doce apóstoles Jesús
les preguntó: «¿También ustedes quieren dejarme?» (Jn. 6, 67).
De ninguna manera Jesús habló aquí en
sentido simbólico o figurado: «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene la
vida eterna y Yo le resucitaré en el último día» (Jn. 6,54).
2. La Ultima Cena del Señor: En el
Nuevo Testamento encontramos hasta cuatro testimonios distintos acerca de la
Ultima Cena del Señor: Mateo, Marcos, Lucas y Pablo.
Esto quiere decir que la Ultima Cena
fue un hecho de suma importancia en la vida de Jesús y en la vida de la
primitiva Iglesia.
La noche antes de morir, Jesús invitó
a sus apóstoles a celebrar la Pascua de los judíos, que consistía, sobre todo,
en una cena solemne.
Esta comida era para los judíos «la
gran acción de gracias» a Dios.
Y el Señor Jesús aprovechó la cena
para darle un sentido nuevo y profundo.
Leemos en el Evangelio de San Lucas:
«Después, Jesús tomó el pan y dando gracias (eucharistein, en griego) lo partió
y se lo dio diciendo: 'Esto es mi cuerpo que es entregado por ustedes.
Hagan esto en memoria mía'.
Después de la cena hizo lo mismo con
la copa.
Dijo: 'Esta copa es la alianza nueva
sellada con mi sangre, que va a ser derramada por ustedes'» (Lc. 22, 19-20).
3. La Ultima Cena del Señor tiene
muchos significados.
Solamente queremos aquí indicar
algunos aspectos importantes en relación con nuestro tema:
- Primero: la Cena del Señor es «la
gran acción de gracias» a Dios.
La palabra griega «eucharistein» (Lc.
22,19; 1 Cor.11,24) recuerda las bendiciones que proclaman las obras de Dios:
la creación, la redención, y la santificación.
La Iglesia prefiere la palabra
«Eucaristía» para indicar la Cena del Señor.
- Segundo: Cuando Jesús en la Ultima
Cena dijo al partir el pan: «Tomen y coman, esto es mi cuerpo», no estaba
hablando en forma simbólica.
Estas palabras anunciaban claramente
su presencia misteriosa y real en los signos del pan y del vino.
Realmente Jesús dio al pan y al vino
un nuevo sentido.
Jesús dijo claramente: «Esto es mi
cuerpo». Jesús indicó un realismo incomparable y no un simple simbolismo.
Esto sucedió en la primera Eucaristía
o Santa Misa.
- Tercero: También dio Jesús a sus
apóstoles el mandato de recordar y revivir estos gestos sagrados: «Hagan esto
en memoria mía» (Lc. 22,19).
Fiel a este mandato de Jesús, la
Iglesia desde aquel momento hasta ahora realiza continuamente estos signos
sagrados que hizo Jesús en la Ultima Cena.
Y la Iglesia cree que el Pan
consagrado en cada Eucaristía es a la vez figura y realidad del Cuerpo
celestial de Cristo: un memorial vivo de Cristo.
-Cuarto: El apóstol Pablo para
recordar lo sagrado que es el alimento eucarís-tico, escribe en términos muy
claros: «El cáliz que bendecimos,
¿no es acaso la comunión de la Sangre
de Cristo?
Y el Pan que partimos,
¿no es acaso la comunión del Cuerpo
de Cristo?» (1Cor. 10,16).
Para Pablo, ese pan y ese vino, una
vez consagrados, no son un simple símbolo del cuerpo y sangre, sino realmente
el Cuerpo y la Sangre de Cristo glorificado.
Y en este mismo sentido sigue el
apóstol escribiendo a los Corintios, después de reprenderles por algunos abusos
que cometían en sus reuniones: «Así, pues, cada vez que comen de este pan y
beben de la copa, están proclamando la muerte del Señor hasta que venga.
Por tanto si alguien come el pan y
bebe de la copa del Señor indignamente, peca contra el Cuerpo y la Sangre de
Cristo.
Por eso, que cada uno examine su
conciencia antes de comer del pan y beber de la copa.
De otra manera come y bebe su propia
condenación al no distinguir el cuerpo de Cristo.
Esta es la razón por la cual se ven
tantos enfermos entre ustedes» (1Cor. 11, 26-30).
Consideraciones finales
Mucha gente de hoy, igual como en el
tiempo de Jesús, tiene dudas acerca de la presencia real de Cristo en el Pan
Eucarístico.
Muchos se preguntan: «¿Cómo puede ser
eso?... ¿No es demasiado para nuestra inteligencia humana aceptar todo
esto?...»
Es verdad, nuestra inteligencia
humana no es capaz de captar esta presencia misteriosa de Cristo en la
Eucaristía.
Solamente con los ojos de la fe
podemos experimentar esta presencia real e íntima de Cristo en el Pan Sagrado.
La presencia del cuerpo de Cristo en
el Pan Sagrado no es una presencia física, o sea, material, como si pudiéramos
decir: «Jesús está aquí sentado a la mesa al lado mío».
No debemos olvidar que el Cuerpo de
Cristo, después de su muerte y resurrección, es para siempre un cuerpo glorificado,
un cuerpo celestial que se hace presente entre nosotros en el pan y en el vino.
Es una presencia real.
No una presencia material de Cristo,
sino una presencia terrenal de su cuerpo celestial.
En otras palabras: mediante un gesto
visible, el creyente participa de una realidad que no se ve, pero entra
realmente en comunión con Cristo glorificado y resucitado.
Acostumbramos a aplicar la palabra
sacramento para designar un signo externo que contiene una realidad espiritual.
En la Cena del Señor, o Santa Misa,
nuestra fe nos lleva a recibir como Cuerpo y Sangre de Cristo algo que todavía
no parece ser más que pan y vino.
Pero, por estos signos o sacramentos,
Cristo se hace para nosotros realmente alimento y vida.
La Comunión Eucarística es el cuerpo y
el corazón de la vida de la Iglesia, la cual es ante todo comunión.
Es el lugar en que los hombres
experimentan, ya en la tierra, la unión entre ellos y Cristo.
Queridos hermanos, estas son las
razones por las que nosotros los católicos, conforme al mandato del Señor:
«Hagan esto en memoria mía», celebramos la Eucaristía Domingo tras Domingo, y
creemos con toda firmeza que Cristo glorificado está realmente presente en el
pan y en el vino consagrados.
No es ningún invento de los curas,
como piensan algunos hermanos evangélicos, sino que ésta es una enseñanza
bíblica, creída plenamente por todos los verdaderos cristianos desde el
principio de nuestra santa religión hasta el día de hoy.
Los distintos nombres para indicar la
Santa Misa:
1. Eucaristía: porque es «acción de
gracias» a Dios.
La palabra griega «eucharistein» (Lc.
22,19 y 1 Cor. 11,24) recuerda las bendiciones judías que proclaman, sobre todo
durante la comida, las obras de Dios: la creación, la redención y la
santificación.
2. Cena del Señor o Banquete del
Señor: porque se trata de la Cena que el Señor celebró con sus discípulos la
víspera de su pasión (1Cor. 11, 20).
3. Fracción del Pan: porque el gesto
de partir el pan y repartirlo lo utilizó Jesús cuando bendijo y distribuyó el
pan en la Ultima Cena (Mt. 26, 26; 1 Cor. 11, 24; Hech. 2, 42 y Hech. 20,
7-11).
4. Comunión: porque por este
sacramento nos unimos a Cristo que nos hace partícipes de su Cuerpo y de su
Sangre para formar un solo Cuerpo (común-unión) (1 Cor. 10, 16-17).
5. Santo Sacrificio: porque actualiza
el único sacrificio de Cristo Salvador e incluye la ofrenda de la Iglesia.
Así también se llama «Sacrificio de
Alabanza» (Heb. 13, 15), sacrificio espiritual (1 Ped. 2,5).
6. Santa Misa: porque la liturgia en
la que se realiza el misterio de nuestra salvación se termina con el envío de
los fieles (envío=missio en latín) a fin de que cumplan la voluntad de Dios en
su vida cotidiana.
Antes del Padecimiento
En la noche de la Cena
El Señor con gracia plena
Instituyó el Sacramento.
Su Cuerpo y Sangre sustento
eran para el pecador
por eso el Supremo Autor
en la Mesa del altar
nos dio este rico manjar
que es la fineza mayor.
Cuestionario:
¿Es Jesús el Pan de Vida?
¿Cómo interpretan los evangélicos el
texto de Lc. 22, 19?
¿Cómo lo interpretamos los católicos?
¿Nos invita Jesús a comer su Cuerpo?
¿Cuándo nos mandó Jesús comer el Pan
de Vida?
¿Cómo presentan la Cena los tres
sinópticos?
¿Hablaba Jesús en forma real o
simbólica sobre su presencia en la Eucaristía?
¿Qué dice Pablo en lo referente a la
Comunión?
¿Está Cristo en medio de nosotros?
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